Lo cierto es que ya desde 1927, sin siquiera haber terminado de montar Octubre, Eisenstein había empezado a redactar notas: “Está tomada la decisión de filmar El capital, según Karl Marx”. Su proyecto, se sabe, jamás se concretó. 81 años después, sin embargo, uno de los artistas más lúcidos de Alemania, fue tras las huellas de Eisenstein, y cumplió con el propósito de éste de llevar al cine la obra principal del gran filósofo alemán. “El plan de Eisenstein de filmar El capital me conmovió tanto que quise rendirle un pequeño tributo”, dice Alexander Kluge, y en sus palabras no hay un ápice de ironía. Su homenaje devino en cambio una película-ensayo de casi diez horas; una monumental y osada composición de imágenes montadas y secuencias fílmicas, documentales y de ficción.
“La Bolsa no debe estar representada por la ‘Bolsa’, sino por miles de pequeños detalles”, había anotado Eisenstein que, con criterios como este, se proponía volver a revolucionar el cine de la época dándole a la película una estructura narrativa no lineal. Así fue exactamente que Kluge llevó a cabo su memorial: una obra minuciosa, capituliforme, de dramaturgia esferoidal. Un ensayo cinematográfico que habla de Marx en el lenguaje de Hölderlin, se deleita en excursos de música contemporánea y óperas wagnerianas —como una puesta en escena de Werner Schroeter sobre la reencarnación de Tristán desde el espíritu del Acorazado Potemkin—, y entrevista a los principales pensadores vivos de Alemania: Hans Magnus Enzensberger sobre el Viernes Negro de 1929; Peter Sloterdijk sobre las metamorfosis de la plusvalía; Boris Groys sobre los bioscomistas y la utopías biopolíticas en la Rusia de 1917; Jürgen Habermas, Oskar Negt, Joseph Vogl. Con retórica sofista, toda la obra sostiene la pervivencia de la Antigüedad en la obra marxiana. Malabarista de sutilezas, Kluge releyó El capital y buscó desquiciadamente las imágenes que hoy podrían traducirlo.
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